La vieja loba, triste, se enfrenta a su destino, la inevitable muerte, con valor acepta resignada su suerte oscura, su despiadado fin, el que le aguarda en las veredas de nuestra vieja España ingrata, que a fuerza de ignorancia, mata todo aquello que de bello existe en nuestros campos.
El lobo, tenaz, aullará hasta sus últimos días, y por las noches de verano en luna llena, sus últimos aullidos retumbarán en la bóveda celeste eterna, antes de que las frias mandíbulas del cepo arrojado por el hombre en su territorio, azoten, atrapen y estrujen su carne.
Pocas veces asistimos a tan triste fin para un ser, una fiera tan noble, tan fuerte y tan digna.
Su fin es el fin de nuestro tiempo, de nuestro nexo con un pasado que olvidamos y despreciamos, que arrojamos al olvido. Todo ello dará paso a una vereda, a unos campos tristes, oscuros, sin la presencia de sus ojos, esa mirada firme y fiel con los suyos, sus aullidos y su nobleza desaparecerán para siempre de nuestra tierra, y con ellos una parte de nuestra alma,,, también.
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